La rutina de El Chapo en las montañas de Sinaloa

El narco colombiano Alex Cifuentes relata durante el juicio el día a día del capo mexicano, de quien dijo haber sido su brazo derecho y “también su izquierdo”.

0
1114

El narcotraficante colombiano Alex Cifuentes vivió durante dos años con Joaquín Guzmán en las sierras de Sinaloa. Nada más subir al estrado, durante el juicio que se celebra contra el capo mexicano en Nueva York, le saludó con complicidad subiendo las cejas. Llegó a estar tan cerca de El Chapo que afirmó haber sido su brazo derecho y “también su izquierdo”. Su recuento sirvió para exponer la rutina que seguía en su escondite. “Solía despertase a medio día”, declaró, “tras el almuerzo, realizaba las llamadas a sus socios caminando bajo los árboles”.

Alex Cifuentes fue a vivir con Joaquín Guzmán en otoño de 2007 para seguir el negocio de la distribución de cocaína y garantizar que llegaba a su familia el dinero de las ventas. Era más que un socio. «Hacía lo que Joaquín me pidiera», declaró. Durante su testimonio se refirió al narcotraficante por su nombre de pila. Comentó también que estaban muy preocupados con su seguridad y que le sugirió tener un helicóptero para poder escapar rápido. 

La residencia donde pasó más tiempo era Las Trancas. El Chapo tenía unas siete propiedades en las montañas del Triángulo Dorado, según su recuento. A una le llamaban La Playa, porque estaba junto a un pantano. Eran estructuras pequeñas, de madera, que contaban con sus propios generadores. Tenían televisión vía satélite y acceso a Internet. “No eran lujosas”, dijo, “para no llamar la atención del Ejército”.

Todas tenían una característica común: las ventanas estaban polarizadas para que no se viera su interior. El Chapo contaba con varios secretarios personales que tomaban notas todo el tiempo en libretas de bolsillo. “Había siempre muchas cosas que hacer y muchos números”, explicó. Ellos se encargaban de pasarle los mensajes cuando se levantaba, de llevarle la agenda y organizar la compra de víveres.

Cifuentes indicó que gastaban cerca de 200.000 dólares mensuales en las operaciones del campamento, donde tenía a medio centenar de pistoleros. “La seguridad estaba organizada en tres anillos”, explicó. Unos custodiaban las inmediaciones de la residencia. Otros las vías de acceso. También tenía personal en los helipuertos del Ejército. Contó que estaban obligados a ir siempre vestidos con ropa de camuflaje.

Había dos personas con siete radios dedicadas exclusivamente a vigilar al Ejército. Identificaban a los militares como cachuchas, verdes y guachos. El narco llevaba siempre una AR-15 con lanza granadas y su pistola con diamantes incrustados en la culata. El ingeniero Cristian Rodríguez ya relató el jueves que estuvieron tres días escondidos las montañas para escapar de una operación.

Cifuentes explicó que solían cambiar de vivienda cada 20 días. “Los guardas que dejaban atrás no conocían la nueva localización”, señaló. Y aguantaban hasta cinco minutos antes de abandonarla cuando recibían la alerta de que se aproximaba el Ejército. “Dio la orden de no dispararles en la medida de lo posible”, afirmó. La guerra con los hermanos Beltrán-Leyva también les planteó problemas de seguridad.

Además del personal de seguridad y los secretarios, tenía siete mujeres de servicio que se rotaban en parejas. El refugio era frecuentado por sus socios más próximos y familiares. “Se llegaba con una pequeña avioneta”, explicó, “había que ser un piloto muy experto”. Emma Coronel, su esposa, se acercó en alguna ocasión. “Iba poco”, afirmó en la descripción de la rutina. “También alguna amante”, añadió.

Durante el testimonio, el jurado escuchó una llamada interceptaba en la que hablaba con Cóndor, uno de sus secretarios en Culiacán, discutiendo distintos métodos para llevar droga desde Estados Unidos a Canadá. Otros audios estuvieron relacionados con el envío de cargamentos de cocaína con origen en Ecuador. Y se presenaron también las primeras pruebas incriminatorias durante el juicio relacionadas con el tráfico de metanfetaminas.

Cifuentes comentó también que estuvo presente en la fiesta de cumpleaños que celebró el 4 de abril de 2008. Guzmán recibió múltiples regalos, incluida una camioneta blindada de color blanco tipo pick up y un vehículo todoterreno Hummer de camuflaje. El narco colombiano se quedó en la sierra con El Chapo hasta la primavera de 2009. De ahí se trasladó a Cancún. Pero antes tuvo que recibir la autorización del jefe. En las ocasiones anteriores que le planteó irse, le negó la petición.

DE CAPO A CINEASTA, EL SUEÑO DE EL CHAPO

El juicio contra Joaquín Guzmán está mostrando, también, su lado más vanidoso. El conocimiento que tuvo Alex Cifuentes sobre el funcionamiento del cartel y relación tan estrecha con el narco mexicano les llevó a ambos plantearse realizar una película juntos sobre su vida. Se lo sugirió Angie, la que fuera esposa del colombiano. “Le encantó la idea”, comentó durante el interrogatorio de la fiscalía.

“¿Qué papel iba a tener el acusado en la película?”, preguntó la fiscal Gina Parlovecchio. El testigo protegido indicó que la idea es que fuera “el director”. Contrataron incluso al productor colombiano Javier Rey para que les ayudara con el guión de su historia. Alex Cifuentes indicó también que empezaron un libro, cuyos borradores tienen el secretario de su hijo Iván y un abogado de El Chapo.

Estos detalles sirven a la fiscalía para amarrar la relación del acusado con los testigos. Es conocido que gran parte de la leyenda que rodea a la figura de Joaquín Guzmán la alimentó el mismo. Quiso que la actriz mexicana Kate del Castillo le asesorara en la película y actuase en la producción. El Chapo fue arrestado hace justo tres años poco después de tener una reunión con la artista y el actor estadounidense Sean Penn.

Fuente: El País