El increíble relato de una residente de Hampton Bays que perdió su pierna luego de que coyotes la tiraran desde un muro en la frontera cuando intentaba cruzar a los Estados Unidos

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La historia de angustia y dolor de Johana Gabriela Alvarado, comenzó hace algunos años en su natal Cuenca, cuando fue víctima de acoso por parte de grupos dedicados a reclutar jóvenes para trabajar en la prostitución. Johanna se rehusaba a dedicar su vida a ese oficio, por lo que los últimos días en Ecuador se convirtieron en un verdadero infierno.

“Eran personas que querían que entrara a la prostitución y a las drogas. Yo no podía tener una vida social, una vida tranquila, porque siempre me acosaban. En mi país lamentablemente no hay una protección para las mujeres, siempre hay a diario mujeres muertas, entonces ya era mucha presión, me amenazaban y amenazaban con meterse con mis papás. Así que aún sabiendo los riesgos que corría, tomé la decisión venir”.

Salir de Ecuador se vislumbró en ese momento como la mejor alternativa, porque Johanna o Gabby, como cariñosamente le llaman sus seres queridos, tiene un tío que reside en Hampton Bays, dispuesto a ofrecerle resguardo mientras se instalaba en los Estados Unidos. Así fue como tomó la decisión de ponerse en manos de coyotes para cruzar la frontera y dejar atrás la angustia de las amenazas.

“Gasté al rededor de 13 mil dólares, yo tenía unos ahorros, pero no eran suficientes, así que tuve que hacer un préstamo en el banco”.

Gabby puso a sus padres como garantes de la deuda y de esta manera obtuvo el dinero necesario para pagarle a las personas que la sacaron de Ecuador, el primero de octubre del año pasado, en plena pandemia. Sus contactos la llevaron inicialmente hasta el Distrito Federal en México, donde pasó tres días, y luego a Juárez, en la frontera con los Estados Unidos. Allí fue recluida en una casa, bajo amenazas de todo tipo y custodiada por perros rabiosos que se aseguraban de que ninguno de los integrantes del grupo intentara escapar.

“Había una mujer embarazada a la que le habían quitado su teléfono celular, porque se sintió mal por su estado y trató de comunicarse con sus familiares”, relata Gabby. “Luego nos dimos cuenta de que la mujer fue llevada a la frontera, obligada a subir al muro y lanzada por los coyotes. El bebecito murió y ella fue llevada a un hospital donde también murió.

Siguiendo adelante con su increíble relato, esta mujer de 30 años de edad, dice que luego de que el grupo se enterara de la muerte de la señora embarazada, los coyotes decidieron intempestivamente trasladarlos a la frontera a plena luz del día, algo que no estaba en los planes iniciales de la travesía. El cambio de rumbo en la estrategia despertó suspicacias entre los viajeros y por supuesto mucha angustia, ya que empezaron a temer que pasara lo peor.

Al llegar a la zona, los coyotes le dijeron a Gabby que tenía que subirse al muro y saltar, o de lo contrario la matarían y matarían a sus padres, en Ecuador.

“Yo no quería hacerlo porque estaba super alto, y ellos me decían con palabras fuertes, ”igual te da morir aquí o morir allá“, porque ya nos tenían amenazados, me decían que yo no quedaba viva”.

Como pudo se subió al muro y mientras analizaba cómo saltar, fue víctima de lo que para ella era una especie de sentencia de muerte.

“Yo nunca imaginé que el hombre que estaba allá arriba me halaría de la ropa y me tiraría al vació sin ninguna probabilidad de vida”, dice.

Gabby vio en segundos como el mundo se le oscurecía y la vida se le escapaba de las manos. Cayó a un río, donde se quedó atrapada porque el dolor y la falta de fuerzas, ya no le permitían moverse. Fue entonces cuando fue auxiliada por agentes fronterizos, quienes terminaron convirtiéndose en sus ángeles de la guarda.

“Ellos me sacaron del río porque a mi me dolía mucho y yo no me podía mover. La ambulancia no podía llegar hasta la zona, así que me llevaron en su carro hasta un lugar donde finalmente me recogió la ambulancia para llevarme al Hospital del Sol”, en Texas.

En este centro asistencial Gabriela permaneció en coma durante 6 días, al cabo de los cuales despertó entre medicinas, médicos, enfermeras y un mar de confusión, para enterarse de que algo aún peor estaba por llegar.

“El doctor me dijo que la infección de mi pie había avanzado mucho y era muy severa. Me dijo ”íbamos a esperar 10 días, para ver la evolución, pero ya no podemos esperar más. Si no amputamos la pierna hoy mismo, la infección va a seguir creciendo y vas a perder toda la extremidad”. Fue el momento más duro de mi vida, sola, en un país extraño, lejos de todo”, dice.


Como si todo lo que le estaba pasando no fuera suficiente, para enterarse de su estado de salud, Gabriela tuvo que aprender a comunicarse a través de señas con los doctores, debido a la barrera del idioma. Aveces, dice, los especialistas se apoyaban en los traductores de sus celulares para poder hablar con ella. Fue sometida a dos intervenciones quirúrgicas, para tratar de arreglarle la columna, donde también sufrió serias lesiones y una operación más, en el pie que no le amputaron, con el fin de que pueda seguir utilizándolo. En menos de un año, su vida, llena de sueños y anhelos, ha dado un giro de 360 grados, y la ha puesto a enfrentar una batalla diaria y un sin número de obstáculos.

“Los agentes de inmigración me dijeron que entendían que había pasado por algo muy duro y que si tenía posibilidades de quedarme me dejarían, mi tío habló y me mandaron para Nueva York, porque es él único familiar que tengo aquí”, asegura.

A pesar de su dura y triste historia, Johanna Gabriela dice que en el camino se ha encontrado con varios ángeles, como Estefanía Jiménez, una amiga de la familia, que aunque vive en Connecticut, le ha dado apoyo, la acompaña sin falta, a sus citas médicas y le ha inyectado ilusión de vivir.

“El día que yo la conocí la cogí y la abrace y las dos nos pusimos a llorar”, dice Estefanía. “Ella me dijo que esa semana estaba pensando en que la vida no tenía sentido, pero yo le digo que Dios tiene un propósito con ella y que El sabe el tiempo y el momento perfecto”.

Gabriela dice que el respaldo de su amiga, pensar en sus padres y en el amor incondicional que ellos le tienen, es lo que le ha dado fuerza, para vivir.

“Mi madre me dice que no importa como esté, mientras haya vida. Por mis padres sigo adelante”, añade.

Si después de leer esta desgarradora historia usted quiere ayudar a esta mujer con algún donativo económico que pueda contribuir a sufragar sus gastos médicos, sus gastos de manutención y la deuda que aún tiene en Ecuador, haga click en el enlace de GoFundMe donde hay una campaña vigente de recolección de fondos en favor de Johanna Gabriela Alvarado. Cualquier donativo, por pequeño que sea, será de gran valor para esta inmigrante que a pesar de la adversidad le sigue poniendo el pecho a la brisa y se aferra a la ilusión de un mañana diferente.

Fuente: Tu Prensa Local