A Nicolás Maduro no le hizo falta deslizarse dentro del árbol de ‘Alicia en el país de las maravillas’ para aterrizar en un mundo paralelo y describir un país que nadie ve y que casi todos sufren. «Cifras que impresionan» y «avances del cielo a la tierra», aseguró el líder bolivariano sin rubor en su presentación anual ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), órgano revolucionario que ha arrebatado los poderes legislativos al verdadero Parlamento.
El ‘hijo de Chávez’ aprovechó su comparecencia para endurecer su gesto y sus palabras, pasados cuatro días de su polémica jura. Poco quedó del discurso de «paz y amor» que repitió ante sus pocos invitados internacionales. El jefe de Estado embistió contra la oposición, el Parlamento y su nuevo presidente, Juan Guaidó, acusándoles de los desastres diarios que sufre el país.
«Los terroristas atacaron el Hospital Clínico Universitario de Caracas. Es parte de los shows de los terroristas que están al mando de la oposición y que vamos a enfrentar y derrotar», aseguró el líder bolivariano. El centro médico de la capital sufrió un apagón el pasado sábado, que se prolongó durante cinco horas ante la falla continuada de las plantas eléctricas, carcomidas por el abandono.
Más de cien enfermos fueron trasladados a otros hospitales, lo que no evitó la muerte de al menos tres pacientes, según las denuncias de médicos y sindicalistas. Entre noviembre y diciembre han muerto en el país 28 pacientes por las fallas eléctricas, según los datos de la ONG Médicos por la Salud.
«Son el mismo grupo que dirigió las guarimbas [protestas antigubernamentales de 2014 y 2017]. Muy pitiyankis, sin conciencia nacional, de los desaparecidos partidos de la extrema derecha», continuó antes de hacer referencia a la detención de Guaidó, un «show» que contó con la «cooperación corrupta de funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin)».
«Qué casualidad, una cámara perfecta y profesional que toma el momento en que el nuevo líder de la oposición fue retenido en un hecho extraño por un grupo de funcionarios. De inmediato me enteré de lo que habían hecho, ordené que pasaran a un proceso disciplinario. Fueron presentados a la Fiscalía y destituidos», explicó como pudo.
El jefe revolucionario esperó dos horas de discurso para retar a Guaidó: «Te voy a mandar la banda [presidencial], muchachón, a ver qué haces con el mando de la nación. No, Venezuela no necesita un jueguito». Maduro, pese a la gravedad de sus denuncias, insistió en dialogar con los opositores y negociar un acuerdo de paz, camino indispensable para ganar algo de una legitimidad perdida.
Entre las varias sorpresas económicas adelantadas, se propuso para asumir personalmente la conducción de la industria petrolera. «Y me juego mi vida, mi honor, en esta batalla que voy a dar», sentenció. Venezuela sólo produce hoy un millón de barriles diarios, cuando había superado los tres millones en los primeros años del chavismo.
Maduro repite el mismo mensaje desde 2014, cuando aseguró ante una grada enfervorizada que este año, por fin, acabará con el dólar negro para luego alcanzar la recuperación económica. El turno es ahora para el 2019, pero previamente la realidad le ha quitado la razón un año tras otro: al llegar al poder un dólar americano se cambiaba a 25 bolívares en el mercado paralelo; hoy se negocia a 2.500 soberanos, que equivalen a 250 millones de los antiguos bolívares.
Además, Maduro anunció una subida del salario mínimo de 4.500 soberanos a 18.000. En Caracas, el lunes, este salario mensual sólo era suficiente para comprar un cartón de huevos y un café con leche.
Fuente: El Mundo