Las obras de construcción de una autopista el pasado verano en la costa del Mar Negro han sacado a la luz los restos de una de las aves más gigantescas de todos los tiempos, un coloso nunca visto antes en Europa. El ejemplar es comparable al ave elefante de Madagascar o al moa de Nueva Zelanda. Medía 3,5 metros de altura y pesaba 450 kilos de peso, unas dimensiones gigantescas que a buen seguro debieron de impresionar a los humanos primitivos que llegaron al continente hace entre 1,5 y 2 millones de años. Quizás incluso pudo servirles de alimento.
El espécimen, descrito en el «Journal of Vertebrate Paleontology», fue desenterrado en la cueva Taurida de Crimea, toda una sorpresa si se tiene en cuenta que hasta ahora se pensaba que las aves gigantes solo existían en Madagascar, Nueva Zelanda y Australia.
«Cuando sentí por primera vez el peso del hueso que tenía en la mano, pensé que debía ser un fósil de ave elefante porque no se habían reportado aves de este tamaño en Europa. Sin embargo, la estructura del hueso cuenta una historia diferente», dice la autora principal del estudio, Nikita Zelenkov, de la Academia de Ciencias de Rusia.
«Aún no tenemos datos suficientes para decir si estaba más estrechamente relacionada con las avestruces u otras aves, pero estimamos que pesaba alrededor de 450 kg. Este formidable peso es casi el doble que el del moa más grande; tres veces el del ave viva más grande, el avestruz común, y casi tanto como un oso polar adulto», señala.
Una corredora
Aunque la especie era conocida anteriormente, nadie antes había intentado calcular el tamaño de este animal. El ave no voladora, atribuida a la especie Pachystruthio dmanisensis, probablemente se habría elevado por encima de los humanos primitivos. Puede que no volara, pero era rápida.
Mientras que las aves elefantes se vieron obstaculizadas por su gran tamaño cuando intentaban ganar velocidad, el fémur de este ave europea era relativamente largo y delgado, lo que sugiere que era un mejor corredor. El fémur es comparable al de los avestruces modernos, así como a las especies más pequeñas de aves moa. La velocidad pudo haber sido esencial para su supervivencia. Junto a sus huesos, los paleontólogos encontraron fósiles de carnívoros masivos y altamente especializados de la Edad de Hielo. Incluían guepardos gigantes, hienas gigantes y gatos con dientes de sable, que podían cazar a los mamuts.
Fuente de carne
Otros fósiles descubiertos junto con el espécimen, como el bisonte, ayudan a fecharlo de hace 1,5 a 2 millones de años. Hay una variedad similar de fósiles en un sitio arqueológico en la ciudad de Dmanisi en Georgia, el sitio de homininos más antiguo fuera de África. Esto sugiere que el ave gigante puede haber sido común en el momento en que los primeros homininos entraron en Europa. Los autores sugieren que llegó a la región del Mar Negro a través del sur del Cáucaso y Turquía. Además, el animal pudo haber sido una fuente de carne, huesos, plumas y huevos para los humanos primitivos.
El gigantismo pudo haber evolucionado originalmente en respuesta al entorno, que era cada vez más árido a medida que se acercaba la época del Pleistoceno. Los animales con una masa corporal más grande tienen menores demandas metabólicas y, por lo tanto, pueden utilizar alimentos menos nutritivos que crecen en las estepas abiertas. Los investigadores esperan que haya más restos interesantes en las cuevas de Taurida que alumbren el pasado lejano de Europa.