Falsas esperanzas que dejan en vilo a los venezolanos

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Cuando cae la noche el paisaje se vuelve aún más desolador. El frío pavimento se convierte en una cama general. Cinco, diez, veinte venezolanos se acurrucan, unos a otros, para soportar los 10 grados centígrados que marca el termómetro. Es lunes y la jornada ha sido dura. El primer día que Ecuador exige visa para su ingreso. Pero se resisten a marcharse. Otros, con suerte, encuentran un respiro y albergan, como muchos, las falsas esperanzas de que en algún momento el puenteinternacional de Rumichaca (Carchi), que une a Ecuador y Colombia, vuelva a abrir sus puertas.

A unos doscientos metros de la frontera norte, en la oscuridad, se levanta un albergue llamado El Sol de los Pastos. Una luz. Con capacidad para 250 personas, este sitio aloja en las noches a todos aquellos que se quedaron sin dinero y sin fuerzas, en el lado colombiano. La coordinadora Sandra Soto cuenta que el proyecto es apoyado por Naciones Unidas, Migración, Cruz Roja… Y que cada día atiende a más de 1.000 personas (en alimentación y también con colchones, cobijas).

Un verdadero respiro para los venezolanos (niños, madres, embarazadas, ancianos), que tienen dos opciones: quedarse allí o aguantar el frío cerca del puente. Casi siempre eligen la primera. Como Anaís Febres, con 43 años y nacida en Anzoátegui, que sentada al filo de una cama de plaza y media revive su tragedia. Viajó cinco días en bus; no logró pasar al Ecuador; su destino final es Perú… Y tiene problemas con su corazón. Ya ha sufrido, dice, dos infartos y requiere medicina.

En el albergue, en el ala de mujeres, todas la escuchan. Las demás se muestran reacias. No quieren hablar. Se cubren con las cobijas. Pero poco después, la impotencia desarma sus lenguas: “Es cuestión de humanidad, estamos desesperados, no somos prostitutas”. Emily Urdaneta, de 23 años, se acuesta en una cama junto a la de Anaís. Ella cuenta que nunca supo que Ecuador, por decreto presidencial, puso la condición de presentar visa para el ingreso. Se enteró en el camino. Y ya era tarde. Ahora lo único que guarda es la esperanza de que al abrir sus ojos todo haya sido una pesadilla y que el puente sea el mismo de hace tres días (domingo).

No pasará. Lo recuerda el gobernador de CarchiCristian Edin Moreno, que durante un recorrido por Rumichaca indica que el decreto se cumple (y se cumplirá) estrictamente. Es tajante. Los operativos se mantienen, como siempre. Los uniformados continúan pidiendo los documentos. El drama no cesa. Hay personas que insisten en llegar hasta Migración, pero tienen que dar media vuelta. Moreno, además, asegura que las Fuerzas Armadas están muy pendientes de los pasos irregulares.

Ya se ha escuchado de los ‘coyotes’, dice Soto, coordinadora del albergue. Les cobran hasta 30 dólares, les dicen que los van a pasar y luego los abandonan. También habla de la explotación sexual, de los menores de edad que viajan solos…

En el ala de varones casi todos ya están dormidos. Son las nueve de la noche. Muchos han sido los rostros visibles de la protesta que cerró parcialmente el paso fronterizo en el lado colombiano. Otros, como César Barrera, de 38 años, siguen despiertos. Él está atento a escuchar noticias. Es su segunda noche en el albergue. Su destino está en Guayas, pero la historia se repite. No tiene visa. Llegó solo, pero en el camino ha encontrado amigos. No todo es gris. Jhonny Villarreal y su sobrino Luis Marcano están a su lado mientras cuenta su travesía hasta llegar a la frontera. Ellos también vivieron lo mismo.

Todos esperan que los ayuden. Recibir información. Piden que haya una prórroga. Que las autoridades los escuchen. Dicen, también, que vienen a Ecuador porque tienen familia, por los dólares. Con la esperanza viva en sus pupilas se van a dormir. A la mañana siguiente nada ha cambiado. Siguen en la frontera, dando vueltas entre los policías y el Departamento de Migración del vecino país. Cansados. Hambrientos. Pero con las ilusiones vivas.

Fuente: Expreso