La muerte del general Qasem Soleimani, el comandante de la fuerza élite Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, supone una escalada dramática en el conflicto entre ese país y Estados Unidos. Y podría tener consecuencias considerables.
Se esperan represalias. De hecho, se podría desencadenar una serie de acciones y venganzas, acercando a los dos países a una confrontación directa.
El futuro de Washington en Irak podría ser cuestionado, y la estrategia del presidente Donald Trump para la región —si acaso tiene una— puesta a prueba como nunca antes.
Philip Gordon, quien fue coordinador de la Casa Blanca para Medio Oriente y el golfo Pérsico durante el gobierno de Barack Obama, describió la muerte de Soleimani a manos de Estados Unidos como poco menos que una «declaración de guerra» por parte de los estadounidenses hacia Irán.
Pero este viernes, Trump negó esta interpretación. «Actuamos anoche para detener una guerra. No actuamos para iniciar una guerra», dijo desde su club privado de Mar-a-Lago en West Palm Beach, Estados Unidos.
«No buscamos un cambio de régimen. Sin embargo, las agresiones del régimen iraní en la región, incluido el uso de combatientes para desestabilizar a sus vecinos, debe terminar y debe terminar ahora», afirmó.
Pese a sus palabras para rebajar la tensión, Trump avisó de que está «preparado para tomar cualquier acción que sea necesaria».
El grupo élite Quds es una de las ramificaciones de las fuerzas de seguridad iraníes para operaciones en el extranjero.
Durante años, ya fuera desde Líbano, Irak, Siria o desde cualquier otra parte, Soleimani ha sido clave a la hora de expandir la influencia de Irán mediante la planificación de ataques o el refuerzo de aliados locales de Teherán.
Pero era popular en Irán. Y, en términos prácticos, lideró el contraataque de Teherán contra la amplia campaña de presión y las sanciones impuestas por Estados Unidos.
Lo que resulta más sorprendente no es que que Soleimani estuviera en la mira del presidente Trump, sino que el ataque haya ocurrido precisamente ahora.
Una serie de ataques menores con misiles contra bases militares estadounidenses en Irak fueron atribuidos a Teherán. Un contratista civil estadounidense murió.
Pero todas las operaciones iraníes previas —contra petroleros en el golfo, el derribo de un vehículo aéreo estadounidense no tripulado, incluso el mayor ataque contra una instalación petrolera saudita— ocurrieron sin una respuesta directa por parte de Estados Unidos.
En cuanto a los ataques con misiles contra bases estadounidenses en Irak, el Pentágono ya actuó contra la milicia proiraní que cree que está detrás de ellos. Eso provocó un asalto a la embajada estadounidense en Bagdad.
Al explicar la decisión de matar a Soleimani, el Pentágono no solo se centró en sus acciones pasadas, también insistió en que el ataque fue disuasorio.
Y que el general Soleimani, dice el comunicado del Pentágono, estaba «desarrollando activamente planes para atacar a los diplomáticos y miembros del servicio estadounidense en Irak y en toda la región».
Trump esperará que su acción dramática haya intimidado a Irán y a la vez demostrado a sus aliados cada vez más incómodos de la región, como Israel y Arabia Saudita, que el poder de disuasión de Estados Unidos sigue siendo grande.
Sin embargo, es casi inconcebible que no haya una respuesta dura por parte de Irán, incluso aunque no sea inmediata.
Los 5.000 soldados estadounidenses desplegados en Irak son un objetivo potencial obvio. Y también lo son otros representantes que ya han sido el blanco de Irán en el pasado.
Las tensiones aumentarán en el golfo.
No es de extrañar que el impacto inicial haya sido un aumento de los precios del petróleo.
Estados Unidos y sus aliados buscarán la manera de defenderse. Washington ya ha reforzado su embajada en Bagdad. Es posible que planee incrementar su presencia militar en la región rápidamente si fuera necesario.
Pero es igualmente posible que la respuesta de Irán sea, en cierto sentido, asimétrica —en otras palabras, no solo ataque por ataque; bien podría intentar jugar con el amplio apoyo que tiene en la región— a través de los muchos poderes que Soleimani construyó y financió.
Podría, por ejemplo, renovar el asedio a la embajada de Estados Unidos en Bagdad, poniendo al gobierno iraquí en una situación difícil y cuestionando el despliegue de Estados Unidos en ese país.
Eso podría impulsar movilizaciones en otros lugares para cubrir otros ataques.
«Un hombre muy malo»
El ataque contra el comandante de la fuerza de élite Quds fue una clara demostración de la inteligencia y las capacidades militares estadounidenses. Muchos en la región no lamentarán su muerte.
¿Pero fue esto lo más sensato que pudo haber hecho el presidente Trump? ¿Cuán preparado está el Pentágono para hacer frente a las inevitables consecuencias?
¿Y qué nos dice este ataque sobre la estrategia de Trump en la región? ¿Ha cambiado ésta de alguna manera? ¿Hay una nueva «tolerancia cero» hacia las operaciones de Irán?
¿O se trató, simplemente, de la simple decisión de Trump de eliminar a un comandante iraní al que consideraba un «hombre muy malo»?
Fuente: BBC