Rodeada de pequeñas elevaciones y pastizales está la comuna Colinas de La Merced, en la parroquia cuencana de Turi. Hay ocho casas dispersas donde habita una veintena de niños, 16 de ellos de edad escolar que no están integrados a clases. Todos están matriculados, pero no puede acceder a la educación virtual establecida dentro de esta emergencia sanitaria por el covid-19, porque las viviendas carecen de energía eléctrica y los hogares tampoco disponen de una computadora o tablet.
El poblado tiene conexión a internet, pero las familias no tienen dinero para contratar el servicio. El problema de la energía ocurre porque las viviendas no tienen escritura, principal requisito de la Empresa Eléctrica Centrosur para acceder a un medidor. Julio Jara, vocal de la Junta Parroquial de Turi, ha presentado la solicitud de este requerimiento y dice que cada 15 días va a la Centrosur, pero no ha tenido respuesta. “El teletrabajo en esa institución también dificulta los trámites personales”.
Mientras tanto, este viernes 4 de septiembre del 2020, concluyó la primera semana de clases telemáticas del nuevo año lectivo en los diferentes planteles, sin que ningún niño ni adolescente de Colinas de La Merced se conecte a las clases. Pasan sin hacer nada y algunos corriendo por las polvorientas calles o improvisando juegos. Lo mismo ocurrió en el quimestre anterior, dice muy preocupada Daniela Espinoza, madre de tres estudiantes de primero y séptimo de básica y de tercero de bachillerato.
Según Espinoza, nunca se conectaron a las clases de zoom de los profesores”. Cada familia tiene un solo celular y básico, solo para llamadas, que siempre pasa apagado por falta de energía. Los profesores les llamaban constantemente por la inasistencia. Al final del quimestre, los estudiantes imprimieron todas las tareas, desde la primera semana hasta la 15, y las resolvieron en casa. El 2 de julio del 2020, llevaron los portafolios (carpetas) de sus hijos y los entregaron en los respectivos planteles. “Los ejercicios que no entendí lo envié en blanco”, dice Diego, de 17 años.
De esta forma todos los 16 niños de Colina de La Merced aprobaron el año, como lo dispuso el Ministerio de Educación, que ningún estudiante podía repetir. “Pero ya no quiero otro año así. Necesito aprender como antes de la pandemia. Que los profesores me guíen en los nuevos temas y no solo al final llenar hojas de las tareas, dijo la tarde del jueves 3 de septiembre del 2020 Jennyfer , de 13 años, mientras jugaba en el poblado con Steven, de 11. Ellos estudian en la escuela Francisco Astudillo, de la vecina comunidad de Punta Corral.
La situación de Guzmán se complicó también porque a su mamá se le dañó el teléfono y se quedaron incomunicados y desconectados de los mensajes de los profesores. Luis Guzmán –padre de Jennyfer- tiene un generador para tres horas de energía, que lo enciende solo en caso de emergencia, porque tampoco dispone de dinero para adquirir el combustible. Él vivía del día a día, con albañil o vendiendo jugos, pero está desempleado. En este caserío, María Monge es la única que dispone de energía en su vivienda y en algunos casos ayuda a sus vecinos para que carguen el celular.
“Pero es incómodo molestar todos los días con este tema”, comenta Mercy Erráez, quien tiene cuatro niños estudiando. Para Glenda Guanuche, otra madre de familia, este proceso de enseñanza es muy complicado, porque tampoco podemos guiar a sus hijos. “No tenemos dinero para adquirir una computadora, vivimos del día a día y la prioridad es la alimentación”, dijo tras retornar –una vez más- de la empresa eléctrica gestionando el servicio de energía.
Este jueves 3 de septiembre les dijeron que presenten una declaración juramentada de la propiedad, pero está buscando el dinero para realizar ese trámite. A veces me siento agotada y quiero dejar allí las cosas, dice Guanuche con un gesto de indiferencia. “Pero cuando mis hijos se muestran aburridos y quieren estar en clases, sigo en esta lucha”.
Fuente: Diario EL COMERCIO