El aumento de la malnutrición infantil por la covid-19, unido a una menor cobertura de los servicios básicos de nutrición, puede causar la muerte de 168.000 menores de cinco años en el mundo entre 2020 y 2022.
Así lo recoge un análisis publicado recientemente de manera preliminar en la revista Nature Food y elaborado por el consorcio STfN, un grupo de expertos internacionales representantes de 35 organizaciones que trabajan por la nutrición.
Una de sus impulsoras y directora ejecutiva del Foro de Micronutrientes, Saskia Osendarp, asegura a Efeagro que, si no se toman medidas, la crisis del coronavirus puede derivar en una «crisis de nutrición en países de bajos y medianos ingresos», sobre todo en el sur de Asia y África subsahariana.
Millones de niños y madres afectadas
En el escenario moderado que plantean, se calcula que la pandemia puede inflar las cifras de desnutrición infantil en otros 9,3 millones de niños con menor peso de lo debido para su altura y otros 2,6 millones con problemas de crecimiento.
El estudio indica que el número de mujeres embarazadas que sufre anemia puede aumentar en 2,1 millones en el mundo hasta 2022, en comparación con 2019.
«La malnutrición en edad temprana afecta al desarrollo cognitivo de los menores, a su aprendizaje en la escuela y a su productividad como adultos», afirma Osendarp.
En concreto, la pérdida de productividad con motivo de la desnutrición infantil derivada de la covid-19 puede ascender a cerca de 30.000 millones de dólares (24.300 millones de euros), a lo que pueden añadirse otros 79 millones por los nuevos casos de anemia durante el embarazo en el periodo 2020-2022.
Dietas poco nutritivas
Para Osendarp, «el acceso y la disponibilidad de alimentos nutritivos será un desafío porque los precios subirán, los mercados pueden verse interrumpidos, los ingresos pueden caer y los más vulnerables tendrán menos comida nutritiva».
Una de las consecuencias será la falta de micronutrientes como el hierro, el cinc o las vitaminas A y D.
La directora del Foro de Micronutrientes, una organización internacional creada en 2006 para promover el intercambio de experiencias en ese ámbito, pone el foco en dichas carencias, que se conocen como «hambre oculta» puesto que «no se ven inmediatamente».
Tales deficiencias «tienen un gran impacto en la vida, son muy importantes para el crecimiento del cuerpo y del cerebro, con lo que eso supone para el futuro de los niños», argumenta.
La solución frente a este problema no requiere de una «sola receta», sino de una combinación de ellas, como el fomento de los suplementos nutricionales y los cultivos biofortificados en ciertos contextos, y la lactancia materna y las dietas saludables en general.
Se necesitan inversiones millonarias
Para esas soluciones se necesitan más inversiones, si bien estas ya faltaban antes de la pandemia, cuando -según Osendarp- «el mundo tampoco estaba en condiciones de lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible», que incluyen la erradicación del hambre y todas las formas de malnutrición para 2030.
«Algunos indicadores mejoraron, pero no así los micronutrientes: la anemia materna no ha visto progresos en los últimos diez años», advierte la doctora, que cree que la situación empeorará todavía más «si no hay esfuerzos adicionales».
Según el citado artículo, durante los próximos dos años deberían invertirse al menos 1.200 millones de dólares anuales (982 millones de euros) para mitigar el impacto del coronavirus en la malnutrición, aparte de los 7.000 millones de dólares anuales (5.700 millones de euros) más de gasto requeridos para cumplir los objetivos en nutrición materno-infantil para 2025.
El problema es que, con la crisis, se espera que el gasto doméstico y la ayuda al desarrollo destinados a la nutrición caigan en los próximos años y no recuperen los niveles anteriores hasta finales de la década.
En ese contexto, hace falta que las medidas estén basadas en los datos y las evidencias, aunque no siempre es posible, puesto que -señala la experta- muchos países no disponen de información sobre el nivel de los micronutrientes en su población, ni siquiera del hierro, que es lo más común.
Con el fin de lograr mayores recursos, varios gobiernos y organizaciones internacionales participaron la semana pasada en el lanzamiento del Año de acción en favor de una «nutrición para el crecimiento».
«Visto que habrá recortes en la ayuda al desarrollo, queremos que aumente el porcentaje dedicado a la nutrición, que es el fundamento de todo lo demás», apunta la responsable del Foro de Micronutrientes, uno de los promotores de la iniciativa.
Fuente: El Mercurio