La casa flotante de la tragedia de la Josefina será un complejo turístico en el futuro

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En 1993 un deslizamiento del cerro Tamuga taponó el río Cuenca, en el Azuay. Una casa se salvó de las 740 que se perdieron. La tragedia duró alrededor de 30 días y acumuló 200 millones de metros cúbicos de agua, formando un lago gigantesco. 28 años después de la tragedia de la Josefina, Walter Suárez aún conserva su casa que logró salvar de las aguas que cubrían todo el sector del Descanso y una gran extensión de Zhullin en la provincia del Cañar, haciéndole flotar.
Ahora con sus 70 años, el hombre se ha dedicado a la agricultura y le ha vencido al Covid 19, gracias a su fortaleza física. Su mente está llena de recuerdos de lo que sucedió en 1993 con el deslizamiento del cerro, el mismo que se convirtió en una de las tragedias más grandes de Sudamérica.
Cuatro días después, en ese entonces del deslizamiento de más de 20 millones de metros cúbicos de tierra y roca del cerro Tamuga, sobre el río Cuenca y cuando las viviendas que existían en ese sitio se iban tapando poco a poco con el agua, Suárez tomó la iniciativa de salvar su casa.
Con la ayuda de su padre, hermanos y amigos, y con 60 tanques de aceite que fueron donados por la empresa, en ese entonces llamada La Llantera, hoy Continental Tire, cementos Guapán y de sus amigos camioneros, pues él también trabajó como trailero en la ruta Cuenca-Manta, inició una tarea titánica. Construyó, primero, una pequeña embarcación rústica para llegar hasta la casa y de allí aflojar los pernos que sostenían la estructura. “Sabía dónde estaban porque yo mismo fabriqué la casa”, dijo.
Lograron amarrar los tanques alrededor, eso les tomó 3 días y llegó el milagro. La casa comenzó a flotar y Walter colocó una bandera en la parte alta como símbolo del esfuerzo y esperanza. Durante 33 días la vivienda estuvo al vaivén de la corriente. Se alejaba y volvía al sitio cercano donde estaba emplazada, recuerda Walter que hoy se dedica también a la agricultura en su querido sector de El Descanso.
Luego de que bajó el agua, se movió 200 metros del lugar donde estaba emplazada. A los tres meses con la ayuda de amigos y maquinaría le llevó al lugar donde hoy se ha convertido en un paraje para el turismo y abierta para todos los que quieran visitar, esto en la Panamericana, ruta antigua para ir del Descanso a Azogues.
La casa de madera, solo perdió la parte baja, pues el agua impidió que salvaran todo. Walter Suárez la conserva a pesar de que muchos interesados, nacionales y extranjeros, le quieren comprar. “No se vende, así hemos decidido con mis hijas y esposa”, indicó este personaje que se ha convertido en un héroe de la tragedia.
Su hija, Marisol que estudia arquitectura, se ha encargado del tema. Tiene varias ideas para el futuro. Primero hacer un proyecto de grado sobre la casa y el complejo, luego construir un carro que le llamarán “Frankenstein”, cuya fabricación de la estructura está siendo hecha por el mismo Walter Suárez, su papá desde hace 2 años, el mismo servirá para trasladar a los turistas.
“Quiero darle vida a la casa para que su historia no muera, incluso por eso decidí estudiar arquitectura”, indica Marisol. Ella en dos años ya se recibirá de la Universidad Católica de Cuenca y emprenderá en este proyecto, donde los turistas puedan recibir información e historia de la vivienda, hacer un recorrido por la estructura y recordar momentos de este doloroso acontecimiento del Ecuador.
Fotos: Marisol Suárez