Repartidor a domicilio: ‘Trabajo 14 horas cada día y gano unos USD 30’

0
779

Javier Jesús Rojo Delgado tiene 30 años y nació en Venezuela, donde fue el promotor de una cooperativa de taximotos. Vive en Quito desde el 2017. Hace un año y medio conformó su propio grupo de servicio de entregas, que funciona en tres sectores de la urbe.

A continuación su testimonio:

“Vivo desde hace cuatro años en Quito. Mi primer trabajo en la ciudad fue en un restaurante, ubicado en la calle Vaca de Castro, en el norte. Ahí me desempeñaba ­como ‘polifuncional’ y luego de dos meses mi jefe compró una moto para brindar el servicio a domicilio.

Como siempre me ha gustado trabajar con moto, mi jefe me dijo que colabore en las entregas. Mi primer recorrido fue en Calderón, y así empecé a conocer varios sectores de la ciudad y me fue muy bien. En el restaurante trabajaba como cajero y los fines de semana, en las entregas.

Yo ya tenía experiencia en entregas. En Venezuela tenía dos cooperativas de mototaxis que montamos con todos los papeles de ley. Hacíamos encomiendas y daba el servicio a la comunidad en los alrededores de donde tenía mi parada.
Gracias a Dios logré comprarme una moto. Trabajando fuerte me traje a mi familia: mi esposa y mis hijos. Así estuve dos años, hasta que salí del restaurante y comencé a trabajar en ‘delivery’.

Me uní a una plataforma, pero enseguida me di cuenta de que esas aplicaciones quitan mucho porcentaje de ganancia tanto a los restaurantes como a los motorizados. No son rentables. Más aún tomando en cuenta que estar en la calle no es fácil. Hay mucho riesgo.

Con un compañero nos juntamos y decidimos formar un grupo, con algunos restaurantes que conocía. Entonces armamos nuestro propio servicio, se llama Moto Delivery Activo del Norte.

Trabajamos con restaurantes de la calle Vaca de Castro, la Real Audiencia y otros que están en el sector de Cotocollao. También hacemos pedidos de farmacias, venta de licores, ferreterías y una variedad de locales. Son unos 45 negocios y somos 23 motorizados. Si cualquiera de ellos necesita un pedido, nos escriben al grupo y lo enviamos.

No funcionamos como otras aplicaciones que cobran valores altos a los clientes y pagan poco a los conductores.

Nosotros no trabajamos así, lo hacemos directamente con el recorrido, que son USD 0,50 por kilómetro y no cobramos extras por aumento de platos o de más cosas que pidan los clientes.

El grupo se conformó hace casi un año y medio. Yo lo vi como una oportunidad.

Antes de la pandemia, con las aplicaciones se ganaban hasta USD 800 al mes, cuando eran solo dos plataformas.

Después bajó la ganancia, y mis compañeros contaban que les pagaban USD 200 cada 15 días. Ya no era suficiente.
Nosotros nos concentramos en dar un servicio de calidad a los clientes para que se sientan satisfechos siempre. Nosotros no tenemos problemas con los casi 1 700 clientes que tenemos.

El grupo surgió poco antes de la pandemia, y en la cuarentena nos expandimos más. Hubo alta demanda y no nos dábamos abasto para cumplir con todo. Nos llamaban para llevar comida, medicinas, compras de supermercado, de todo.

Al día tenía hasta 30 pedidos, lo mínimo que llegué a tener fueron 15. Todos los días se trabajaba, porque casi ningún carro podía salir. Cuando empezamos en semáforo rojo solo paré de dos a tres días. No podía detenerme más, porque necesitaba mantener a mi esposa y a mis hijos.

Teníamos que pagar el arriendo, agua y la luz. Yo prácticamente ganaba USD 40 a USD 50 diarios, nos iba superbién.
Ahorita gano menos. Igual trabajo de 08:30 a 22:30, son 14 horas diarias, y saco entre USD 30 y USD 35. Los fines de semana sí sube un poco. Pero de esa can­tidad, todos los días, debo sacar USD 5 para recargar gasolina.

El principal riesgo de estar en las calles es que hay motociclistas apurados que no saben manejar. Y lo mismo pasa con los buses y taxis, que por tomar un pasajero no nos miran y nos pasan casi topando. Eso es un peligro. Gracias a mi Dios no he tenido ningún accidente, pero siempre trato de andar precavido.

De los contagios no tengo mucho temor, porque ya nos acostumbramos a la rutina del cuidado. Cada vez que llegamos a la casa entramos a la ducha y tenemos nuestro propio ‘bebedizo’: aspirina de niño con limón y agua hervida.

Tomamos ese remedio casero en la mañana antes de salir a trabajar y en la noche al llegar, porque tengo mi familia y tengo que protegerlos. Además, trabajamos con todas las medidas de bioseguridad.

Y aunque no parezca, una ventaja sí es la lluvia, porque hay alta demanda y los clientes no quieren salir. Pero a la vez también es un poco desfavorable, porque se corre peligro en la moto. Los trajes que se necesitan cuando llueve son indispensables, pero demasiado costosos.

Tengo asma y cuando llueve se me cierra el pecho y a veces es más difícil trabajar así, pero igual nos toca seguir.

Todo en esta vida se puede, para todo hay solución y si nos caemos tenemos que volver a levantarnos. Siempre con la fe en Dios y firme, así lo hemos hecho con mi compañero Willchar Escalante, con quien iniciamos el grupo de ‘delivery’.

Queremos expandirnos con una parada de motos en el sector de la Rumiñahui y en la calle Lizardo Ruiz, fuera de un local, y en la plaza de Cotocollao”.

Fuente: El Comercio