EE.UU. y Venezuela liman asperezas con el pretexto de la guerra en Ucrania

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Cuando Estados Unidos reconoció en enero de 2019 al opositor Juan Guaidó como legítimo presidente de Venezuela, marcó la línea política a seguir durante unos años marcados por las sanciones al Gobierno de Nicolás Maduro. Más de tres años después, y con el pretexto de la invasión rusa sobre Ucrania, Washington y Caracas liman asperezas y cruzan tímidos gestos de acercamiento.

El pasado fin de semana se produjo el contacto de más alto nivel del que se tiene constancia entre los dos gobiernos. Una delegación de la Administración de Joe Biden viajó a Caracas con el objetivo declarado por la Casa Blanca de lograr la excarcelación de ciudadanos estadounidenses y, “por supuesto”, tratar temas de seguridad energética.

No en vano, Biden no ha ocultado su deseo de reducir la dependencia global del petróleo y el gas procedente de Rusia como represalia por la ofensiva militar sobre Ucrania, de tal forma que las fuentes de energía no sean ya un lastre a la hora de tomar medidas contra Vladimir Putin y su séquito, ahora o en el futuro.

Washington, que sólo depende en un 3% del petróleo ruso, se ha comprometido a aumentar la producción nacional de crudo, pero sabedor de que es insuficiente para compensar el bloqueo a Moscú, mira también hacia el país que tendría las mayores reservas de todo el mundo y que, precisamente debido a las sanciones norteamericanas, mantiene una producción exigua.

En dos décadas, la producción diaria de crudo en Venezuela ha pasado de tres millones de barriles a apenas 800.000, por lo que el margen para aumentarla se hace más que evidente. Para ello, la industria venezolana necesita que se levanten al menos parte de las sanciones y que pueda vender el producto en el mercado global.

Por ahora, ninguna de las partes se ha pronunciado sobre esta opción, que sí estaría sobre la mesa a tenor de las informaciones publicadas por varios medios estadounidenses a partir de fuentes de la Administración Biden. Quedaría por ver cuándo, cómo y sobre todo bajo qué justificación política se enmarca este giro de 180 grados en la línea de Washington.

Fuente: El Comercio