La peor pesadilla de los epidemiólogos se hace carne en el Congo. El brote de ébola que comenzó en el este del país en verano de 2018 no sólo sigue fuera de control, sino que se extiende a velocidades comparables a la gran epidemia de 2014 y 2015 en África Occidental, que acabó con la vida de más de 11.000 personas en tres países. Cada día aparecen nuevos contagiados fuera de los radares de los expertos, inesperados y consolidados.
Los contagios han superado ya los 1.100 casos (17 nuevos contagios documentados sólo ayer) en las localidades de Beni y Mangina, 29 personas en total en dos días, con 19 muertos más desde el sábado para un total de 721. La mortalidad de este brote (cepa Zaire, la más letal de todas) supera el 65% y los especialistas empiezan a estar preocupados.
«En esta epidemia, en lugar de sólo un gran epicentro, vemos múltiples grupos pequeños por todas partes, y nos resulta difícil rastrearlos y predecir dónde surgirá el próximo. Es como si estuviéramos corriendo detrás del brote, como si fuera imposible de controlar«, admite la doctora Natalie Roberts, gerente de Emergencias de Médicos Sin Fronteras.
Luis Encinas, epidemiólogo de MSF con gran experiencia en el tratamiento de esta fiebre hemorrágica sobre el terreno, cree que «la situación no es que sea peor que hace dos semanas, lo que pasa es que han emergido los datos. Y el caso es que tenemos muchos fallecimientos en casas particulares de los que nos enteramos más tarde, cuando ya se ha formado otra cadena de contagio sin que hayamos podido detenerla«.
Varias razones emergen entre los bosques de la región de Kivu Norte, donde se libra una larga guerra y la inseguridad es la norma, para explicar las dificultades de sofocar este brote. Encinas asegura que «la comunidad está cansada y ha perdido la fe. Ahora tienen que luchar contra el ébola y mañana es el cólera o la malaria. No tenemos el compromiso de una población que no cree en el estado ni en la autoridad».
«Los centros de aislamiento de ébola están especializados para tratar a los pacientes confirmados de esta enfermedad, pero las personas acuden a los hospitales generales cuando desarrollan los primeros síntomas del virus porque eso es lo que saben, ahí es donde siempre han ido a buscar atención médica», cuenta la doctora Roberts. «Estos ofrecen la garantía de que uno será tratado de cualquier enfermedad que tenga. Las estructuras dedicadas al ébola no inspiran la misma confianza. Mientras tanto, las instalaciones de salud locales, al no tener acceso a las pruebas en el lugar, encuentran casi imposible decidir cuál de sus muchos pacientes con síntomas de virus infeccioso debe ser remitido a un centro especializado en ébola. El efecto negativo es que las instalaciones de salud están mal equipadas, con muy pocos médicos, se convierten en una puerta de entrada para el virus, convirtiéndose de hecho en aceleradores de la epidemia«.
Luis Encinas muestra no sólo su preocupación, sino su frustración: «Es preocupante que, teniendo la vacuna y los fármacos necesarios, no podamos frenar el ébola«.
► El Mundo