Víctor Silva, de 75 años, se mantuvo encerrado en casa junto a su esposa, desde la llegada del covid-19 a Ecuador. Lo cuenta su sobrino, William Rubio, a los 25 días del fallecimiento de su tío. Los hijos del militar retirado volvieron al trabajo presencial en junio. Y -asegura- tomaban todas las medidas.
Al regresar a casa se sacaban la ropa, se duchaban, “no saben cómo es que el virus contaminó a todos”. La familia accedió a tratamiento domiciliario. Pero Víctor necesitó ventilación mecánica, por lo que fue hospitalizado. Mientras lo intubaban, en una clínica privada, falleció, el 4 de este mes. Los jóvenes, de entre 20 y 49 años, son el grupo que más se infecta de covid-19.
Pero las personas de la tercera edad constituyen las víctimas mortales del virus. Esta tendencia se mantiene en Ecuador desde el inicio de la pandemia. De los 8 955 fallecidos por coronavirus (confirmados con test y probables por sus síntomas), el 59% tenía más de 65 años. Es decir, seis de cada 10 personas de la tercera edad contagiadas murieron, según los datos disponibles, hasta el domingo pasado.
Otro de los grupos que más se infecta en Ecuador está entre los 50 y 64 años. En este rango de edad, tres de cada 10 también están falleciendo. Quienes tienen de 20 a 49 años ocupan el tercer lugar en la estadística de mortalidad, provocada por el virus. Pero solo uno de cada 10 fallece. De acuerdo con cifras y especialistas, los más jóvenes salen a las calles e infectan a los menores de 20 y a los adultos mayores.
En ocasiones, sin darse cuenta de que son positivos, ya que son asintomáticos (no presentan molestias). Por ello, el cuidado al adulto mayor debe ser prioritario en esta época de pandemia, explica Sonia Andrade, directora Nacional del Mecanismo de Protección de Derechos de esa población, en la Defensoría del Pueblo. La semana anterior, la entidad hizo un llamado a las autoridades sanitarias para que respondan ante hechos ocurridos en centros gerontológicos del país.
Solo en Pichincha, el equipo de esa entidad ha visitado 25 establecimientos que se encargan del cuidado de personas de la tercera edad. No existen datos oficiales sobre el número de centros existentes y autorizados. En los recorridos han confirmado contagios de residentes y trabajadores. En uno de los centros, al menos 50 de 100 ‘abuelitos’ que viven allí dieron positivo para la nueva cepa de coronavirus; más los cuidadores. También hubo fallecidos. Adicionalmente, confirmaron que los cuidadores no están preparados. Ante estas y otras irregularidades, la Defensoría, en conjunto con las familias, está preparando medidas de protección.
La familia de Rommel Aquieta recibió apoyo de la Defensoría para sacar a su abuelo, Vicente, de 84 años, de una casa hogar, del sur de Quito. Allí asegura se contagiaron del coronavirus también otros 14 adultos mayores. “Adentro tenían a una persona fallecida, pero no informaban nada”, relata. Se enteraron gracias a que un cuidador le comentó el hecho al familiar de una señora, que sacó a su madre, tras hacerle una prueba, que resultó positiva. La familia de don Vicente logró hacerle un test, pero luego fue difícil sacarlo del lugar.
El Ministerio de Salud, dice su nieto, les pidió la orden de un infectólogo, para que se apliquen protocolos. No hubo ambulancia del ECU-911 y tuvieron que pagar USD 450, de modo privado. “Mi abuelo, que padecía alzheimer, tuvo fiebre y dificultad para respirar durante una semana. Entonces fue trasladado a un hospital. Ahí recibió ventilación mecánica, pero sus pulmones no respondieron y tuvo un paro cardiorrespiratorio”.
Evelyn Campoverde, geriatra y miembro de la Sociedad Ecuatoriana de especialistas en adultos mayores, atendió a una familia con más de 10 infectados. Entre ellos, una mujer de 96 años, quien se habría contagiado tras la visita de un pariente, en mayo. El joven -le contaron a la médica- tenía síntomas relacionados con el coronavirus. Y pese a eso acudió a la casa de la adulta mayor. Hoy ella, por suerte, se recupera, aunque depende del oxígeno.
El envejecimiento trae disminución de defensas, menor respuesta ante enfermedades, mayor tiempo de recuperación y complicaciones asociadas a la infección, señala la geriatra. “Esto se incrementa si hay diabetes, hipertensión, depresión e inactividad, etc.”. Así pasó con Rubén (nombre protegido), de 75 años. Era hipertenso, fumaba y salía al supermercado, cuenta su sobrina. No quería ser una carga. El 6 de julio empezó con fiebre alta, dolor de cabeza y diarrea. Cuando le faltó la respiración, lo internaron en el IESS Quito Sur, en donde falleció el 16 de julio.
Fuente: Diario EL COMERCIO