El Papa Francisco ha escrito una carta a los obispos de Estados Unidos para reclamarles una nueva mentalidad en el ejercicio del poder que permita afrontar los casos de abusos, que han minado la credibilidad de la Iglesia en el país.
La misiva, hecha pública este jueves pero datada el pasado 1 de enero, se dirige a los obispos de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, que están reunidos realizando Ejercicios Espirituales hasta el martes en la localidad de Mundelein, en la archidiócesis de Chicago.
El pontífice confiesa que durante el encuentro que mantuvo con la cúpula del episcopado estadounidense el pasado 13 de septiembre en el Vaticano avanzó su deseo de ir personalmente a esas meditaciones, si bien finalmente no ha sido posible por «problemas de logística».
No obstante, Francisco se ha encargado de mandar al predicador de la Casa Pontificia, el capuchino Raniero Cantalamessa, para que les «guíe con su sapiente experiencia» en sus meditaciones.
El Papa con esta carta trata de «suplir de alguna manera el viaje fallido» y, por esa razón, se explaya en seis páginas en las que analiza «la herida de credibilidad» que han provocado a la Iglesia los numerosos casos de abusos y su encubrimiento en todo el país.
Basta pensar por ejemplo en el informe de Pensilvania que documenta cientos de abusos durante décadas, o los cometidos por el ex arzobispo de Washington Theodore McCarrick, expulsado por el Papa del Colegio Cardenalicio en una decisión sin precedentes.
En la carta Francisco reconoce que «la credibilidad de la Iglesia se ha visto fuertemente cuestionada y debilitada por estos pecados y crímenes», los abusos de poder, conciencia y sexuales, pero sobre todo por «la voluntad de querer disimularlos y esconderlos».
«La actitud de encubrimiento, como sabemos, lejos de ayudar a resolver los conflictos, permitió que los mismos se perpetuasen e hirieran más profundamente el entramado de relaciones que hoy estamos llamados a curar y recomponer», sostuvo.
Francisco apunta que para esta labor, para «la lucha contra la cultura del abuso, la herida en la credibilidad, el desconcierto, la confusión y el desprestigio en la misión» se requiere «una renovada, decidida actitud para resolver el conflicto».
Esto implica, precisa, «la capacidad -o no- que poseamos como comunidad de construir vínculos y espacios sanos y maduros, que sepan respetar la integridad e intimidad de cada persona».
Pero también requiere de «la capacidad de convocar para despertar y dar confianza en la construcción de un proyecto común, amplio, humilde, seguro, sobrio y transparente».
Y necesita asimismo «no solo una nueva organización, sino la conversión de nuestra mente (metánoia), de nuestra manera de rezar, de gestionar el poder y el dinero, de vivir la autoridad así también de cómo nos relacionamos entre nosotros y con el mundo», escribió.
Pues, a su parecer, el daño de credibilidad «no se resuelve por decretos voluntaristas o estableciendo simplemente nuevas comisiones o mejorando los organigramas de trabajo», algo que ve más propio de «jefes de agencias de recursos humanos».
Esa visión, aunque en algunos casos es necesaria, es «insuficiente» y advierte de que «termina reduciendo la misión del pastor y de la Iglesia a mera tarea administrativa/organizativa en la ‘empresa de la evangelización».
Por último, el pontífice argentino realizó un llamamiento a la unidad en esta misión y llamó a «romper el círculo vicioso del reproche, la deslegitimación y el desprestigio» y a «evitar la murmuración y la calumnia» en el seno de la Iglesia católica.
«El Pueblo fiel de Dios y la misión de la Iglesia han sufrido mucho a causa de los abusos de poder, conciencia, sexual y de su mala gestión como para que le sumemos el sufrimiento de encontrar un episcopado desunido, centrado en desprestigiarse más que en encontrar caminos de reconciliación», reprocha el Papa.
«¡Qué altísima tarea tenemos entre manos hermanos; no la podemos callar y anestesiar por nuestros límites y faltas», zanjó el Papa, que el próximo 21 de febrero reunirá en el Vaticano a los presidentes de las Conferencias Episcopales del planeta para abordar precisamente este tema, que ha marcado su pontificado.
Fuente: El Mundo