Un equipo de investigadores de la Universidad de Viena ha localizado un «río de estrellas» (lo que en lenguaje astronómico se denomina una corriente estelar), que cubre una buena parte de los cielos del Hemisferio Sur de la Tierra. El río, que está relativamente cerca de nosotros, está formado por lo menos por 4.000 estrellas, que se han estado moviendo juntas en el espacio desde que se formaron, hace aproximadamente mil millones de años. El impresionante hallazgo se acaba de publicar en la revista «Astronomy & Astrophysics».
Debido a su proximidad a la Tierra, la corriente estelar recién hallada supone un banco de pruebas perfecto para medir el campo gravitatorio de la Vía Láctea y aprender sobre las poblaciones deplanetas extrasolares que sin duda muchas de ellas albergan. Para llevar a cabo su trabajo, los investigadores utilizaron datos de lamisión europea Gaia.
Como los astrónomos saben muy bien, nuestra galaxia contiene un buen número de cúmulos estelares de tamaños y edades muy variables. En el interior de inmensas nubes moleculares de polvo y gas encontramos los grupos más jóvenes, a menudo recién «nacidos», mientras que en el disco galáctico predominan los cúmulos de estrellas de mediana edad. Los cúmulos más viejos se encuentran en el halo, en la periferia galáctica.
Independientemente de su edad u origen, todos estos grupos están sujetos a las leyes de la gravedad y a las fuerzas de marea a lo largo de sus órbitas alrededor de la Vía Láctea. Y con el paso del tiempo, las propias fuerzas gravitacionales van separando implacablemente estos grupos, dispersando sus estrellas y repartiéndolas por toda la galaxia.
«La mayoría de los cúmulos de estrellas del disco galáctico -explica Stefan Meingast, autor principal de la investigación- se dispersan rápidamente tras su nacimiento, ya que no contienen suficientes estrellas como para crear un pozo gravitacional profundo o, en otras palabras, no disponen de suficiente pegamento para mantenerse juntas. Pero incluso en nuestro vecindario inmediato existen, sin embargo, algunos grupos con suficiente masa estelar como para permanecer ligados durante varios cientos de millones de años. Así que, en principio, los restos de esos grupos, similares a corrientes, también deberían formar parte del disco de la Vía Láctea.»
«Una aguja en un pajar»
Gracias a los precisos datos de Gaia, los autores lograron medir con gran precisión y en 3D el movimiento de estrellas en el espacio. Y al observar cuidadosamente la distribución de las estrellas cercanas que se mueven juntas, un conjunto particular de ellas, previamente desconocido, llamó poderosamente su atención. Se trataba de un grupo de estrellas que mostraba, al detalle, todas las características que se esperarían de un grupo de estrellas que han nacido juntas pero que han sido separadas por el campo gravitatorio de la Vía Láctea.
«Identificar las corrientes de disco cercanas -asegura por su parte Joao Alves, segundo autor del artículo- es algo así como buscar la proverbial aguja en un pajar. Los astrónomos han estado observando esta nueva corriente estelar durante mucho tiempo, ya que cubre la mayor parte del cielo nocturno, pero solo ahora se dan cuenta de que está ahí, de que es enorme y de que está sorprendentemente cerca del Sol. Encontrar cosas así cerca de casa resulta muy útil, porque significa que esas estrellas no son demasiado débiles, ni demasiado borrosas, como para permitir una exploración más detallada, que es el sueño de los astrónomos».
Estructura masiva
Debido a las limitaciones en la sensibilidad de las observaciones de Gaia, la selección de los investigadores solo contenía unas 200 estrellas. Pero una extrapolación más allá de esos límites sugiere que el río estelar debe tener por lo menos 4.000 estrellas, lo que convierte a la estructura en la más masiva de todos los grupos conocidos en nuestro vecindario inmediato.
Los autores también determinaron que la edad de la corriente ronda los mil millones de años. De modo que el río de estrellas ya ha completado cuatro órbitas completas alrededor de la galaxia, tiempo más que suficiente para desarrollar esa estructura en forma de corriente como consecuencia de la interacción gravitatoria con el disco de la Vía Láctea.
«En cuanto investigamos este particular grupo de estrellas con más detalle, supimos que habíamos encontrado lo que buscábamos -afirma Verena Fürnkranz, coautora de la investigación-: una estructura de tipo ondulado y covalente que se extiende a lo largo de cientos de parsecs en un tercio de todo el cielo. Fue realmente emocionante poder formar parte de este descubrimiento».
El hallazgo podrá utilizarse a partir de ahora como una valiosa «sonda de gravedad» con la que medir la masa de la galaxia. Este río estelar, en efecto, puede decirnos cómo las galaxias obtienen sus estrellas, probar el campo gravitatorio de la Vía Láctea y, debido a su proximidad a nosotros, convertirse en un objetivo inmejorable para las futuras búsquedas de exoplanetas.
Fuente: ABC